Repetí tu nombre como una oración,
un día tras otro en aquella soledad
que asoló la casa,
sombría, inhabitable sin remisión.
De la mañana a la noche aquella letanía,
decir tu nombre sin compasión
ni consuelo para mi corazón
cuando al salir de mis labios los hería.
Menuda, como un gorrión, tan solitaria…,
con aquel aire triste que me acompañaba,
a dónde quiera que fuera, de niña olvidada,
que no sabe cuánto es protegida y amada.
Una mañana de verano a mí volviste,
para no separarte nunca de mi lado,
cumpliendo todo lo que prometiste,
sueños al alcance de mis manos.
Nine